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A punto de cumplir 12 años, MATÍAS Carnes y Parrillas vuelve a brillar en la feria “Perú, Mucho Gusto”, reafirmando su rol como pionero de la alta cocina en Apurímac.

En el corazón de Abancay, un aroma a leña encendida y carne en brasas guía a locales y forasteros hacia un lugar que ya es leyenda. No se trata solo de una parrilla: es la historia de una pasión familiar que, a fuego lento, cambió para siempre la escena gastronómica de la región.
MATÍAS Carnes y Parrillas, próximo a celebrar su duodécimo aniversario este 28 de julio, se ha convertido en un símbolo de identidad y evolución culinaria. Desde su cocina, los mejores cortes del mundo se fusionan con los sabores de la sierra peruana, una propuesta que volverá a presentarse con orgullo en la feria gastronómica más importante del país: Perú, Mucho Gusto.

El alma de este restaurante es Juan Manuel Matías, quien no inició con un plan de negocios, sino con la memoria viva de su padre, Godofredo Matías: abogado, catedrático y amante de la gastronomía. “Mi papá coleccionaba enciclopedias de cocina y nos preparaba platos impresionantes. No era chef, pero cocinaba con una entrega total”, recuerda Juan Manuel.
Inspirado por esa herencia, MATÍAS nació como un restobar, siendo uno de los primeros en profesionalizar la escena local con chefs, bartenders y una propuesta sólida en un mercado aún emergente.
Aunque hoy es reconocido por su selecta carta de carnes importadas, de Argentina, Uruguay y Estados Unidos, el secreto del restaurante está en su arraigo local. Este diálogo entre lo global y lo local ha creado una experiencia única que atrae tanto a turistas como a profesionales de paso por Abancay. De hecho, el 60% de su clientela es local, reflejo de un profundo vínculo con la comunidad.

Para Juan Manuel, ser empresario gastronómico en provincias ha sido una “batalla”. “He llorado muchas veces, pero sé cuál es el camino”, confiesa. Su mantra: hacer las cosas bien, con insumos frescos, técnicas cuidadas y un equipo comprometido.
Hoy, MATÍAS Carnes y Parrillas es una parada obligatoria para los amantes de la carne, sí, pero también para quienes creen en el poder de la gastronomía como agente de cambio. Es el testimonio de que la pasión, el legado y la visión pueden encender, literalmente, el futuro de la cocina en los Andes.